Ser periodista en Perú

Mirelis Morales Tovar es una periodista venezolana. Actualmente reside rn Perú. Mirelis escribe sobre migración, derechos de la mujer y derechos humanos. Habló con Katia Mierzejewska de CFWIJ sobre su experiencia como reportera independiente trabajando en temas delicados en Perú y cómo su trabajo ha cambiado durante la pandemia. La entrevista es parte de la campaña creada por CFWIJ para los 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género.

Available in: 🇬🇧 English

 

¿Cómo es ser periodista en Perú? ¿Recibes amenazas, encuentras discriminación?

Yo he trabajado en Venezuela, en Colombia y ahora en Perú. Así que tengo punto de comparación.

El mercado laboral en Perú para los periodistas es muy reducido, porque hay dos corporaciones de medios, que concentran la mayoría de las marcas. Lamentablemente, el periodismo que se hace en los grandes medios peca de sensacionalista. Tiende a ser muy amarillistas e irresponsable. Lo vimos con la cobertura de la migración venezolana. En este caso, muchos periodistas abordaron el tema sin contextualizar, replicando el discurso oficial y promoviendo la xenofobia.

Lo positivo es que han surgido medios independientes como Ojo Público, IDL_Reporteros, Convoca, Salud con Lupa, que realizan un excelente trabajo de investigación, con gran impacto. Lo malo es que sus redacciones son aún pequeñas.

Esos medios están impulsando cambios en el periodismo peruano. Ojalá que esa transformación se extienda más allá de la capital, pues la realidad en las regiones es muy distinta.

En mi caso, Perú me dio la oportunidad de especializarme en migración. Hice muchas coberturas sobre el tema y me formé para mejorar mi narrativa sobre la movilidad. Lo asumí como un compromiso personal, no sólo por ser periodista sino también por ser migrante. Hay que recordar que Perú es el segundo país de la región con más venezolanos, despúes de Colombia, y el país que ha recibido la mayor cantidad de solicitudes de refugio de venezolanos en el mundo. Se trata de un momento histórico y estamos llamados a contar esa parte de la historia.

Te puedo decir que, hasta ahora, no he sufrido amenazas ni malos tratos, pero sí trabas de algunos periodistas que me vieron como una amenaza por querer darle un mejor enfoque al tema migratorio. No fueron precisamente hombres, sino mujeres. Tristemente. En una oportunidad, una periodista dejó por fuera una pieza que yo escribí sobre un solicitante de refugio, quizás porque sintió que le quitaba protagonismo a su trabajo. En otro ocasión, una editora, con quien teníamos un acuerdo de publicar una investigación, dejó de respondernos los correos y estuvimos a punto de perder 5 meses de trabajo. Al final, tuvimos que ofrecer el trabajo a otro medio. Ella nunca se retractó.

 

¿Es un trabajo duro o bastante agradable? Especialmente, en términos de empleo estable, condiciones económicas.

El periodismo es un oficio contradictorio. Se sufre mucho, pero, a la vez, se goza. Lo importante es reconocer es que hay que saber vivir del periodismo y no sobrevivir. Yo tuve que aprenderlo... Yo vine a Perú en 2015 a trabajar como editora web de las revistas del grupo El Comercio. Estuve menos de un año y renuncié porque el sueldo no me alcanzaba para vivir. Me hacían muchos descuentos y, además, me retenían más de 20% de impuestos por ser extranjera. Me pasó que un día no quedé sin dinero para tomar el transporte y tuve que llamar a un amigo para que me rescatara. Ese día dije: no tiene sentido lo que estoy haciendo. Trabajo más de 12 horas al día y no puedo ni ir al cine. Así que me regresé a Venezuela.

Luego la crisis en Venezuela se intensificó. Tuve a mi hijo Andrés y decidí regresar a Perú, por las facilidades que estaba ofreciendo para regularizar a los migrantes venezolanos. Pero no quise volver a un medio sino que me arriesgué a trabajar por mi cuenta. Durante este tiempo, colaboré para El Comercio, Univision, Revista Semana. Pero llegó la pandemia y todo cambió. En mi caso, nunca he dejado de trabajar y eso se lo debo a que siempre me he mantenido conectada a redes de periodistas, participó en muchas becas y creo en el periodismo colaborativo.

 

Eres madre, inmigrante y, por supuesto, mujer, ¿Estas experiencias influyen en tu trabajo? Según tu experiencia, ¿crees que ser madre e inmigrante te resulta difícil en tu trabajo?

Antes de la pandemia, lograba manejar mi trabajo como periodista freelance y mi condición de madre -soltera y migrante. Pero luego de la pandemia, todo se hizo muy difícil para mí. Escribir amerita tiempo, concentración, tiempo de lectura. Eso se volvió imposible con mi hijo a mi lado las 24 horas del día. Cada semana tenía que cambiar la dinámica para ver qué me funcionaba mejor. Lo acostaba a las 8pm y comenzaba a trabajar a esa hora hasta las 2 de la mañana o más. Hasta que me quemé. Había aceptado un trabajo fijo como editora y tuve que dejarlo al mes. No me era posible trabajar, hacer homesschool , hacer las labores de la casa, jugar con él. Lloré mucho por agotamiento. Pero nunca me detuve y, paradójicamente, en la etapa más difícil logré trabajar con los medios más importantes del mundo: BBC Mundo y NYT. Y ahora, estoy aquí conversando contigo. Cosas de Dios.

 

¿Podrías contarme las principales amenazas y problemas de las mujeres en el Perú? Sé que la situación empeoró debido a la pandemia. ¿De qué manera?

En Perú, está muy arraigado el machismo. Por tanto, la violencia contra la mujer se ha naturalizado. Durante la pandemia, me impresionó la cantidad de mujeres que las ONG reportaban como desaparecidas. Se habló de 915 mujeres desaparecidas -entre adultas, niñas y adolescentes- de marzo a junio. Eso me pareció un escándalo, pero en los medios no se publicaba nada. Así que propuse escribir un reportaje sobre el tema, que se tituló ¿A quién le importan las 915 mujeres desaparecidas durante la pandemia?

Allí hicimos un inventario de los asuntos que el Estado debía atender y que no había cumplido. Perú, por ejemplo, no contaba con un sistema nacional de personas desaparecidas y eso que una ley lo había ordenado 17 años atrás. Ese trabajo ayudó a visibilizar el problema y ahora finalmente el Gobierno activó el sistema nacional de personas desaparecidas y otros temas pendientes. Pero ser mujer en Perú es sentirse desprotegida hasta por el propio Estado.

 

En tu artículo reciente, escribes en condiciones precarias para los periodistas en América Latina.

A tres meses de la pandemia, se hicieron recurrentes los despedidos de periodistas, los recortes de salario y los cierres de medios, por la caída de la publicidad. Entonces, decidimos hacer un trabajo para mostrar cuál era la situación en la región. Fue un trabajo muy desmoralizante, porque dejaba ver un panorama muy desolador para quienes amamos este oficio. Ya estábamos mal, pero la pandemia lo exacerbó. Hay mucha precariedad laboral en el periodismo y poca consideración de los dueños de los medios. En mi caso, me tocó entender que el mercado de los medios cambió. Las cosas nunca van a hacer como antes. Así que, ahora más que nunca, nos toca trabajar en nuestra marca personal, diversificarnos y profesionalizar el periodismo freelance, si queremos vivir (y no sobrevivir) de contar historias.

 
Previous
Previous

A Chat With Crystal Tai

Next
Next

Being a Female Journalist in Peru